Cuidado egoísta, autocuidado y cuidado del alma – ¿Cuál es la diferencia?

Cuidando de nosotros mismos y de nuestras almas

Nathan Foster 28 de Febrero del 2018 (orig. 2016) Tema: Cuidado del alma

Los seres humanos somos máquinas adaptativas. Dios nos ha diseñado con una capacidad enorme para el cambio y la adaptación- no sólo en relación al clima, sino también a la nutrición, el estrés y los traumas. El cuerpo y la mente humanos están adaptándose constantemente a nuestro entorno físico y social.

A decir verdad, es maravilloso pensar como Dios ha hecho esto: la creación de una máquina adaptativa y auto-regeneradora. Y no meramente para asegurar la sobrevivencia humana sino como una muestra clara de la mente creativa de nuestro Dios. Vemos esto presente en cada cosa que Dios diseñó, en la naturaleza y en el mundo animal. Es obvio que no todo es capaz de adaptarse y prosperar en los cambios… nuestra adaptación tiene sus límites.

El estilo de vida de la sociedad estadounidense ha cambiado dramáticamente en los últimos cincuenta años. Y muchos no han podido ajustarse y adaptarse a estos cambios. Podríamos decir que nos encontramos en la cúspide de una evolución humana en la que nuestros circuitos cerebrales se están reprogramando para poder ajustarse a la velocidad y al desorden de cómo llevamos la vida. Como resultado muchos encuentran casi imposible desarrollar sus vidas en medio del constante ruido y la cantidad de opciones en el mundo moderno. Al preguntar a alguien como están no es raro recibir la respuesta estereotipada de “estoy cansado, ocupado, estresado y saturado”.

El cuidado personal a menudo es visto como un lujo, una trivialidad. Vemos al cuidado personal como algo egocéntrico. El cuidado intencional de nuestra alma es visto como algo reservado para personas en el ministerio o personas jubiladas, algo que no cabe en nuestra mente. Y por eso abandonamos la idea completamente.

Es imperativo para la raza humana aprender cómo navegar intencionalmente esta parte de nuestra vida. Existen profundas consecuencias espirituales en el ritmo de vida en que estamos inmersos. Nuestro mundo está sediento y desesperado, literalmente muriendo, por una forma diferente de vivir.

En este ensayo me gustaría explorar algunas herramientas que como humanos necesitamos para poder vivir y prosperar en nuestro mundo cambiante.

Primero me gustaría decir que la línea entre cuidado centrado en mi mismo, cuidado propio y cuidado del alma es confusa ya que muchas actividades son similares o distinguibles sólo en el corazón. Por eso quisiera establecer algunas distinciones entre

las tres con la esperanza de que con gracia e intencionalidad avancemos en cómo abordar nuestra vida y la forma en que usamos nuestro tiempo.

Cuidado egoísta

Algunas personas al hablar de autocuidado piensan en cosas tales como vivir la vida de acuerdo a mis parámetros y satisfacción propia: un cuidado egoísta. Y esta es probablemente la razón por la que muchos no se permiten atender a sus necesidades legítimas. Por temor de ser egoístas.

El cuidado egoísta se define como hacer las cosas que queremos con el solo propósito de salirnos con las nuestras. No lo llamaríamos malo per se, pues los humanos somos egoístas crónicos. Dios lo sabe muy bien y nos da espacio para que trabajemos en esto. Muchas actividades que buscamos para nuestro propio se ven como acciones de buen autocuidado o cuidado de nuestra alma. El problema aparece cuando buscamos nuestros intereses de maneras obsesivas, destructivas o no sanas. O cuando actividades buenas nos sirven solo como analgesicos -una especie de droga- o excusas para no sentir el dolor de la vida presente.

Hay muchas actividades que usamos de esta manera. Mucho de los avisos publicitarios que nos invaden son una invitación a insensibilizarnos con las últimas y mejores distracciones, con la promesa que este producto va a ser mejor que nunca y por supuesto nosotros lo merecemos. No solo estamos presionados a vivir por distracciones y supresores de dolor, hay aun consecuencias sociales por no estar al tanto de los nuevos websites, programas, experiencias o dispositivos electrónicos.

Todos tenemos preferencias en cuanto a la gran diversidad de analgesicos disponibles. Para algunos esto se llama comida, sexo, televisión, ir de compras, beber o trabajar. Para otros es perdernos en la ilusión ofrecida en las redes sociales recordándonos de nuestra importancia e inclusión en el mundo. O podemos encontrar alivio de nuestra vida vistiéndonos de negatividad, sarcasmo y chismes. Por supuesto, nuestros horarios ocupados, el ruido diario y las distracciones parecen también eficientes en nuestra meta de escapar la realidad. Y aún podemos ir tan lejos como pensar en el uso de prácticas espirituales en maneras destructivas.

Uno se da cuenta cuando está moviéndose hacia prácticas destructivas cuando emerge un sentido de autojustificación, de tener el derecho para cuidar de uno mismo. Esto se hace claro cuando lo que queremos es interrumpido y nos sentimos resentidos, amargados por no obtener lo que pensamos que merecíamos. Esto puede llevar a vernos como un mártir o aún peor a lastimar a otros por interponerse en nuestro camino.

En un sentido real todos somos un grupo de adictos. Por supuesto la respuesta no es convertirnos en asceticos y privarnos de toda cosa placentera, sino vivir dentro de la tensión – vivir hacia nuestra transformación.

Y digo esto no para avergonzar or huir de lo que este mundo tiene para ofrecer, sino para enfatizar la importancia de mantener estas cosas en su lugar apropiado- las cosas para servirnos a nosotros en vez de nosotros sirviendo a las cosas . Y recuerden que el gemido profundo de nuestra alma de conocer y ser conocidos, de amar y ser amados por Dios y otros nunca se encontrará en el entretenimiento, las posesiones, el confort o el ocio personal. En un sentido real los atractivos analgésicos que este mundo ofrece son ni más ni menos que reflecciones falsas de de la bondad de Dios, imitaciones baratas que no pueden satisfacer lo que el alma anhela y la vida abundante que se encuentra en seguir a Jesús.

Es dolorosamente claro el fruto de nuestra búsqueda del cuidado egoísta. Muchos han recogido relaciones rotas, problemas crónicos de salud y financieros, y aún la muerte.

Básicamente nos impide alcanzar la plenitud de vida que Dios nos ofrece y engaña al mundo con la persona que podríamos llegar a ser

Autocuidado

Vamos a comenzar diciendo que hay una diferencia entre vivir una vida disciplinada en general y practicar las disciplinas espirituales. Una persona puede desarrollar buenas disciplinas como comer sano, leer, tiempo en silencio, caminar, pero estas prácticas no necesariamente tienen algo que ver con Dios.

Formación espiritual es desarrollar prácticas con Dios delante de su presencia. Es un error común clasificar prácticas buenas y fructíferas de cuidado personal como formación espiritual.

Aunque algunas prácticas pueden ser difíciles de diferenciar y aún interponerse existe una clara distinción específicamente en nuestros motivos.

Autocuidado es simplemente atender y respetar las limitaciones y necesidades que Dios ha diseñado para los seres humanos. Una buena analogía es pensar en cómo cuidamos nuestro carro. Cambiamos el aceite, lo llevamos regularmente a mantenimiento como todo dueño responsable. No es un acto egoísta desatender a la luz intermitente que nos indica revisar el motor. De la misma manera ignorar nuestras necesidades como ser humano no implica ser fuerte sino insensato.

En otras palabras cuidar de nuestras necesidades como humano, respetar y atender nuestras limitaciones es simplemente un acto de cuidar de la creación suprema de Dios, la máquina humana.

A continuación describiré algunas disciplinas que al transformarse en hábitos mejoran notablemente nuestra calidad de vida. Vivir como un ser humano funcional llevando una vida sana nos lleva a encontrar a Dios. Estas prácticas simple de cuidado propio danzan muy de cerca con prácticas espirituales. El cuerpo y el alma están misteriosamente ligados, por eso cuidar del cuerpo tiene por cierto implicaciones espirituales. Hacer de nuestras prácticas de autocuidado actos intencionales delante de Dios puede ser algo tan simple como afinar nuestra conciencia con la conciencia de la presencia y la intención de Dios en medio de nuestra vida ordinaria.

Dormir

Dios nos ha diseñado al menos en nuestra condición presente con la necesidad de dormir cierta cantidad de horas. Luchar contra esto es ridículo.

Claro que podemos sobrevivir durmiendo pocas horas. Pero nunca podremos vivir en nuestro potencial cuando estamos empujando nuestros límites y marchando con un tanque vacío, tomando prestado del combustible de mañana para poder sobrevivir.

Dar a nuestro cuerpo lo que requiere para funcionar bien es una manera de respetar lo que Dios ha diseñado. Los expertos dicen que esto significa dormir alrededor de 9 horas diarias.

¿Estoy obligado a cambiar el aceite de mi carro cada 3000 millas? No. Pero es insensato no hacerlo. ¿Podré cumplir más cosas en un dia si duermo menos? Posiblemente, al menos en corto plazo pero a un precio muy alto. Cuando estoy deprivado de sueño, otros sufren. Solo puedo ofrecerles una versión disminuida de mi mismo. Damos lo que tenemos.

La simple práctica de dormir reaviva nuestra calidad de vida y nos permite estar mejor equipados para servir a nuestro prójimo.

Cuidado físico

Hoy en dia hay mucho que decir sobre cómo cuidar nuestra salud física y nutricional.

Comer saludablemente y hacer ejercicio son buenas prácticas en sí, pero me preocupa la motivación relacionada con esta búsqueda.

En nuestro país la obsesión con el cuidado físico está más ligada a la vanidad que al autocuidado. Socialmente hablando medimos el valor de las personas por las apariencias externas. Y aun cuando estos estándares sociales ofrecen recompensas, es muy probable la manera más superficial de medir a una persona. No puedo dejar de pensar que si dedicaramos una fracción de nuestro tiempo, dinero y energía emocional a las condiciones de nuestro corazón, hábitos y carácter, este mundo podría ser transformado completamente.

Esto sigue siendo un asunto de autocuidado. Cuidar de esta maquina que Dios diseñó para nosotros es algo bueno. Poner comida sana en el cuerpo y hacer ejercicio tiene muchos beneficios para nuestra calidad de vida, buen dormir y manejo del estrés.

Jugar

Cada semana trato de apartar tiempo para estar a solas con cada uno de mis hijos. El otro dia mi hijo de 10 años y yo estábamos tratando de decidir qué hacer en ese tiempo.

Generalmente planeamos algo específico o alguna actividad pero en ese momento no teníamos la menor idea de qué hacer.

“Oh papi, solo juguemos.”

“Pues claro ¿Qué quieres hacer?”

“¡Jugar!”

“Sí, pero ¿qué quieres decir?”

El se mostró muy confundido. me senté por un momento y avergonzado hice una confesión.

“Kai, yo no se como jugar.”
Su confusión era ahora más intensa.
“Kai, los adultos no sabemos cómo jugar. Nos olvidamos.”

El se sentó por momento, y con lágrimas en los ojos me pregunto. “Por qué? ¿Cómo es eso? Yo no quiero olvidarme….”

No estoy seguro de cómo ni por qué me sucedió eso, pero es la verdad. Se planear actividades, tengo muchos hobbies, pero me temo que al crecer he olvidado algunas partes reales y útiles de lo que es ser humano. Autocuidado es jugar, reír y ser creativos. Sospecho que no puedo aprender de un libro estos valiosos tesoros sobre cómo ser humano. Necesito la ayuda del grupo favorito de Jesús-los niños- para que me lo enseñen.

Limites

Muchos de nosotros y especialmente las mujeres estamos socializados para percibir los límites de nuestro tiempo y servicio como un lujo que no nos podemos permitir. Mantener límites claros no sólo es sano sino también es una manera de amar a los demás. Cuando empujamos nuestros límites más allá de que es sano terminamos exhaustos, quemados, resentidos. Movernos dentro de los parámetros dados por Dios y designados para funcionar bien nos hace libre para vivir presentes con Dios y con el mundo que nos rodea. No es una virtud el vivir miserablemente por no decir nunca “No” a otras personas o actividades.

Por supuesto ésto es sólo algunos de los muchos hábitos sanos que podemos desarrollar. Soy partidario de la gratitud, aminorar nuestro ritmo de vida y llegar a tiempo a eventos.

Desarrollamos hábitos buenos y malos porque en algún nivel funcionan para nosotros. Y así cuando empezamos a reestructurar nuestra vida no es extraño que aparezcan algunas emociones. Por ejemplo si empiezo a decir “No” a las personas esto puede revelar cosas más profundas en mi corazón, como mi necesidad de control, de ser valorado y últimamente de recibir amor. No dejes que esta molestia te desanime, es una estupenda invitación a buscar a Dios en oración. Muy seguido nos encontramos cómo las prácticas de autocuidado nos guían a prácticas espirituales.

Cuidado del alma

Cuidado del alma es esencialmente aprender a vivir nuestra vida con Dios. Cuidado del alma no se tiene que ver con lo que hagamos sino con lo que Dios está haciendo. Es simplemente colocarnos en una posición para que Dios nos cuide, atienda nuestra alma, y que su agenda reemplace la nuestra.

Es un espacio donde dejamos que El Amante de nuestra alma haga lo que Él quiere, se salga con la suya(atendernos, cuidarnos, nutrirnos, corregirnos y guiarnos) para renovar nuestro ser interior y llenarnos hasta rebalsar con su amor y cuidado.

Esto puede llevarse a cabo de muchas maneras, no existe una lista exhaustiva de disciplinas espirituales. Pienso que en nuestra vida actual, oración y soledad son dos excelentes puntos de partida. Estoy convencido que Dios está siempre dispuesto a

guiarnos a nuevas prácticas si sólo se lo pedimos y creamos el espacio para poder escuchar. Al crear ese espacio específico para trabajar, las disciplinas son el medio principal para pensar en el cuidado del alma. Es importante recordar que muchas disciplinas son practicadas en medio de nuestra vida diaria, en el trabajo, escuela, familia, mientras comemos y descansamos. Realmente es tan simple como el afinar y sintonizarnos con la presencia de Dios en medio del estrés y la mundanalidad de la vida. Y no dividir nuestra vida en categorías de lo sagrado y lo secular.

La prácticas espirituales no son algo para ser conquistado. Para quienes nos gusta llevar listas de nuestras cosas para hacer, el cuidado de alma puede resultar difícil y contraintuitivo.

La clave es hacer cosas delante de Dios como un movimiento de sumisión, de morir un poco más a mí mismo y de salirme con la mia. La práctica intencional de las disciplinas espirituales entrena el corazón y la mente en nuevos hábitos para permitir que Dios entre en lo ordinario y lo mundano. Y mientras desarrollamos hábitos prácticos usando nuestro tiempo, los hábitos que realmente estamos buscando es el fruto del espíritu. Donde llegamos a ser personas que naturalmente viven vidas de amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, mansedumbre,fe, gentileza, dominio propio. Llegamos a ser personas conformadas y transformadas a la imagen de Jesucristo. Este es un proceso largo y lento.

Es muy importante dejar nuestras expectativas de lo que vaya a suceder en ese proceso. Nuestro Padre de amor quiere sólo dar. El espacio para el cuidado del alma es para Su agenda , un espacio donde El dice “déjame amarte.” Nuestras experiencias, emociones y situaciones de vida están dejadas a sus pies, expuestas y vulnerables. Venimos con la familiaridad y confianza y en esto somos cambiados al colaborar con Cristo que haga lo suyo, que se salga con la suya en nuestras vidas

Como siempre sucede en lo que escribo, me encuentro gravitando hacia aquellos temas que necesito aprender. Este tema es uno muy importante para mi. Muy seguido me encuentro confesando que no se cómo vivir, cómo navegar bien en esta vida. Y la tensión de saber lo que hacer y ponerlo en práctica todavía continúa.

Que la quietud de Dios fluya de nuestras vidas a este mundo desesperado y dolorido.