Amar a tu prójimo

Javier Manzanares

Este día comenzó como cualquier otro, me levanté, dije mis oraciones y comencé a preparar los desayunos, mientras que, mi esposa vestía y dejaba listos a nuestros hijos para el colegio. El trayecto, aunque un poco apresurado porque salimos un poco tarde de la casa, fue tranquilo y sin contratiempos. Logramos llegar antes del toque de campana que anuncia el comienzo de las actividades escolares lo que es realmente bueno, ya que los estudiantes que lleguen después no son admitidos.

Llegar después de que toque la campana puede ser de gran preocupación para los padres, sobre todo si ambos trabajan –como es nuestro caso- porque complica los eventos posteriores del día. Es por ello que veo como algunos padres hacen cosas desesperadas para lograr que sus hijos lleguen a tiempo.

Una vez que dejamos a nuestros hijos, fuimos testigos junto con otras personas del momento en que un padre se estaciono de manera inapropiada en la vía principal cerca de la entrada del colegio, complicando el tránsito de los vehículos.

Recuerdo como uno de las personas presentes comentaba con enojo sobre la insensatez de la acción del hombre, para proseguir con la frase: “Y te aseguro que lo va a llevar hasta la entrada”, y así fue, ni terminada la frase cuando el padre se dispuso a abandonar el automóvil para tomar a su hijo con su mochila acuestas y correr hacia el colegio.

En ese instante, y para sorpresa mía -pues en mi interior estaba de acuerdo con los presentes, sobre el caos que estaban provocando las malas acciones de esta persona- corrí hasta el lugar y le dije al hombre que me encargaría de llevar a su hijo al colegio, que fuera tan amable de mover su vehículo, a lo cual, el contesto con un sincero “gracias”. Después de correr un poquito más el niño pudo entrar a la escuela, el padre había movido su vehículo y el conflicto vial había terminado.

Esta experiencia me hizo recordar el pasaje de Romanos 12 versículos 16 al 21.

“Vivan en armonía unos con otros. No sean tan orgullosos como para no disfrutar de la compañía de la gente común. ¡Y no piensen que lo saben todo! Nunca devuelvan a nadie mal por mal. Compórtense de tal manera que todo el mundo vea que ustedes son personas honradas. Hagan todo lo posible por vivir en paz con todos. Queridos amigos, nunca tomen venganza. Dejen que se encargue la justa ira de Dios. Pues dicen las Escrituras: «Yo tomaré venganza; yo les pagaré lo que se merecen», dice el Señor. En cambio, «Si tus enemigos tienen hambre, dales de comer. Si tienen sed, dales de beber. Al hacer eso, amontonarás carbones encendidos de vergüenza sobre su cabeza» No dejen que el mal los venza, más bien venzan el mal haciendo el bien.”;

Y recordé el concepto de la empatía, es decir, la capacidad de percibir, compartir y comprender (en un contexto común) lo que otro ser puede sentir. No se cuales fueran las acciones previas que condujeron al hombre a actuar de la forma en la que lo hizo esta mañana, pero sí sé cómo podría haberse sentido en esos momentos, esto fue lo que me llevo a ayudar, a tener misericordia y a no ser simplemente un espectador.

Reciban Bendiciones.