Más allá de la justicia

Abel Pichardo

No es muy difícil observar social y culturalmente, por lo menos en el mundo occidental, nuestra tendencia a darle mayor importancia a lo que aparento ser que a lo que soy, que el aspecto de mi cara o de mi cuerpo, de lo que tengo y lo que uso, determina lo que valgo sin importar quien realmente soy, donde las modas y las tendencias dicen lo que es bueno o malo, aceptable e inaceptable. Es más creciente cada vez nuestra preocupación por lo externo que lo por lo interno. Se ha posicionado como una virtud más sublime y casi única. Y es que con tanto desarrollo y avance tecnológico, que lo que mayormente promueven es una vida más superficial, más atenta a lo estético, mas exterior, más de lo de “afuera”, se nos ha complicado echar un vistazo hacia el interior, porque lo que importa es lo que se ve, si no se ve no es importante.

            Y es esa “cultura de lo exterior” o cultura de lo de “afuera” por así llamarla la que nos ha educado en automático a centrarnos precisamente en eso. ¿Alguna vez te ha ocurrido que has caído en ese tipo de “externalismos”? (creo que no existe ese término aplicado a lo que platicamos, pero para nosotros existirá mientras lo dialogamos hoy). “No hagas eso”, o “no digas tal o cual cosa”, decimos, incluso a nuestros hijos principalmente, es parte de nuestro ADN cultural, ¡no hagas!

Esto me hace pensar directamente en el pasaje de Mateo 5:20, donde Jesús señala que nuestra justicia ha de ser mayor a la de los escribas y fariseos. Desde aquellos tiempos y a lo largo de la historia podemos observar nuestra tendencia casi natural hacia el “externalismo”, donde hacer es más importante que ser. Es por esto que Jesús hace hincapié en la raíz de las acciones y no las acciones en sí mismas. Es que las acciones, lo externo, no surge de la nada, surge de lo que hay en el interior, en nuestro corazón. Jesús sabe que es la vida interior del espíritu que necesita ser transformada y no la conducta, la cual es simplemente una consecuencia de algo mas profundo, esta será transformada de forma natural. Olvidarnos del hacer, y ocuparnos del ser, es lo que Jesús estaba enseñándole a sus discípulos. Esto es clave en evangelio de Jesús. Nuestras acciones se desprenden de lo que somos y no al revés. Lo que hacemos no determina lo que somos, es lo que somos, lo que determina lo que hacemos.

He visto en internet, principalmente en redes sociales y en general predomina en el colectivo de nuestra sociedad esa frase que dice “somos lo que hacemos”, y lo que está enseñándonos es que lo que hacemos le da valor o determina quien somos, he ahí el principal y sutil peligro de volvernos activistas o simples “hacedores” y ponemos a un lado, la esencia, lo interior, de donde la vida se desprende y fluye; del ser. Nos preocupamos por hacer y nos olvidamos de ser.

Jesús les demuestra a los fariseos que no importa cuánto hagan sin ser, no será suficiente. Les demuestra que hacer no determina lo que son, que mas bien lo que son determina lo que hacen.

Vi hace años las pulseras y playeras de WWJD (What would Jesus Do) ¿Se acuerdan de ellas?, ¿Qué haría Jesús (por sus siglas en ingles)? Una pregunta bien intencionada, pero simplemente no será suficiente pensar en términos de lo que haría Jesús, por que mas allá de hacer lo que él haría, lo cual si es un ideal, es necesario ser lo que el seria y en consecuencia ¡sí!, hacer lo que el haría.

Contrario a lo que coloquialmente había aprendido en mis años como Cristiano, Jesús no nos llama a hacer lo que él hizo, únicamente o como resultado final, eso estaría incompleto, esa práctica tiene milenios en vigor, me atrevo a decir que es uno de los ingredientes de una receta hacia la frustración, nos amargará y nos desesperara vernos una y otra vez no hacer lo que se supone. Por eso Jesús nos llama a ser lo que él fue, desde y donde de manera natural daremos fruto, haremos lo que él hizo, porque seremos lo que él es.