El pájaro azul

Maribel Preciado

Hace unos años, tuvimos la gran bendición de vivir en Arkansas, no se cual sea tu experiencia, pero la nuestra fue maravillosa, después de pasar un tiempo muy árido, en el desierto, llegamos a descansar en las montanas. Vivíamos en una pequeña cabaña al frente de un lago majestuoso, el silencio de la montaña, lo misterioso de la niebla sobre ese lago cada mañana, solo nos arrancaba suspiros del alma.

 

Humildemente puedo sentir como Dios, nos llevo a esa montaña, antes de empezar nuestro ministerio de tiempo completo en su reino. Un tiempo de descanso…con El.

 

Si Carlos estuviera leyendo esto seguro me diría: “Mari, a ti te cuesta descansar”; y es la verdad, soy muy activa. De pequeña cuando la monjita enseñaba gramática, nos estaba haciendo un dictado del libro, yo rápidamente investigaba cual pagina ella estaba leyendo y copiaba todo a prisa, pues no podía perder tiempo, mientras ella decía lentamente… u n   d i a   p a s e a n d o… muy lento para mi gusto, yo quería jugar, hablar, no quería perderme nada de la vida.

 

Crecí de esa manera, haciendo muchas cosas a la vez, y la idea de ser misionera me apasionaba, y pensaba ¡cuantas cosas podre hacer para Dios!

 

Uno de esos días en las montanas de Arkansas, parecía que no teníamos algo especifico que hacer y eso no me gusta, entonces le dije a Carlos: “creo iré a pasar tiempo con Christine”, ella era un anciana de 86 años que vivía sola, y seguramente la podría animar mi visita.

 

Al llegar, Christine había puesto en la mesa algunas galleticas, y su porcelana muy fina, tenia un mantel bordado a mano de tela, servilletas de tela, velas, era una mesa hermosa. Ella siendo inglesa, estaba feliz que yo la acompañaría para su tiempo de te.

 

Mientras ella se movía lentamente a la cocina, me dijo: “espera pondré el agua a hervir”. Salte del asiento y le dije: “no, yo vine a ayudarte”.  Entonces Christine, me indicó la puerta de su balcón, que daba al bosque. “Por favor Mari, si me quieres ayudar, ve afuera siéntate y espera que llegue el pajarito azul a comer, y me dejas saber” me dijo.

 

Ella seguía su camino a la cocina, y yo muy nerviosa pensando que ella se podría quemar o lastimar, me senté en el balcón… el pajarito no llegaba, pero mientras tanto, me distraje escuchando los sonidos de las hojas moviéndose con el viento, algunos parajitos cantaban a lo lejos, la brisa suave fresca a lo largo la montaña, conmovieron mi corazón y pensé en la grandeza de Dios, ese silencio maravilloso, se interrumpía con los sonidos de su creación…

 

Volví a mi realidad, y vi que ya Christine tenia todo listo en la mesa, entonces le pregunte una vez mas: “¿quieres que te ayude?”. Ella insistía diciéndome: “¿Ya llego el pajarito?, le dije: “aun no”, y ella me dijo: “llegara…”

 

No se cuanto tiempo, pase allí sentada contemplando la naturaleza, pensando si ese pajarito era real, o algo que ella se imaginaba, pensaba ¿que hago aquí sola, debo estar con ella?, pero de repente, la naturaleza, la combinación de tantos tonos de verde, de esos arboles tan grandes me atrapaban otra vez… y descansaba, y suspiraba, y creo que hasta llore…solo le decía a Dios gracias.

 

¡Y llegó!, llegó el pajarito azul, y sin importarle mi presencia, se acerco al plato donde estaba su comida, y mientras comía, parecía disfrutar mucho el momento. Yo lo observaba, sin saber que decir, no quería gritar y avisarle a ella, pues se iría…

 

Se fue y entre a la casa, mientras ella estaba tranquila en su mecedora, y le dije muy emocionada: “¡Si vino! pero, no pude avisarte lo siento”, ella me contesto: “esta bien, yo solo quería que tu lo vieras…”.   

 

Era para mi, todo era para mi, la mesa, el té, las galleticas, las montanas, el sonido del viento, esa calma…el pajarito azul, solo para mi.

Estad quietos, y conoced que yo soy Dios;
Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra”. 

Salmos 46:10 

 

¿Cuantas veces nos pasa, que no podemos ver comer al pajarito azul?, ¿cuantas veces pensamos que haciendo y haciendo agradamos a Dios?, El se agrada mas, de nuestra devoción, y entrega. He aprendido a buscar esos tiempos de soledad, tan anhelados, y aunque no este rodeada ahora de montanas y lagos, su presencia lo llena todo, y puedo en el silencio escuchar su voz.  Te animo a que practiques estar a solas con tu Padre, escoge un rincón favorito, un lugar, lleva tu Biblia, un diario, y descansa en el creador, en El que te ama…

Jesús lo haciaa

“Pero con frecuencia El se retiraba a lugares solitarios y oraba”. 

Lucas 5:16

 

Christine, ya murió, llegaron sus familiares de lejos y se llevaron sus cosas. Cuando eso sucedió me puse triste, pero una sonrisa estaba en mi rostro. Ella me dio mucho mas, de lo que lo que yo le pude dar a ella.

 

En el correo me llego un paquetico, una hermana de la iglesia lo enviaba, y me decía que cuando estaban mudando a Christine al hospital, ella le pidió que me enviara ese regalo a mi… ¡si! adivinaste, era un pajarito azul de porcelana.

 

¨He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos. —Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el principito para acordarse. —Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.¨

Saint Exupery

 

Este escrito forma parte del libro “Escenarios” por Carlos y Maribel Preciado