Maribel Preciado
Al poco tiempo de haber tenido el privilegio de adoptar a nuestros preciosos hijos Giancarlo e Isabella, el Señor nos bendijo con la oportunidad de comprar una casa, “el sueño americano” se hacia realidad, hijos, casa, y una vida sirviendo a Dios. Carlos tuvo siempre la inquietud de sembrar, así que tratamos varias cosas: papaya, mango, ciruelas, calabacitas; lo cual no resulto muy exitoso que digamos. Creo solo cosechamos calabacitas, pero algunos animales se la comieron.
Nuestro tiempo en la casa fue lleno de retos. La adolescencia de los chicos, el nacimiento de la Iglesia, tiempos áridos, sin cosecha…, aún así, recuerdo como nuestra vida de oración se fortalecía, a medida que sucedían nuevos eventos, situaciones dentro y fuera de nuestra familia y de la iglesia. Agradecemos a Dios, por la oportunidad de vivir en esa casa, pues recordamos las fogatas en el patio, los chicos durmiendo en tiendas de campaña, mucha familia visitándonos, masmelos, hamburguesas, jóvenes, piscina, muchas comidas, visitas, personas alojadas bajo nuestro techo, y muchas bendiciones más.
Llego el tiempo en que los hijos crecen y salían a la universidad, a trabajar, y la casa parecía entonces muy grande solo para dos, así que decidimos venderla, y pedirle a Dios dirección por el nuevo lugar.
Recuerdo cuando estábamos recién casados, vivíamos en Miami, creo fue cuando asistimos a unas conferencias bíblicas, que un pasaje se quedó en mi mente, a tal grado que lo pegué en el refrigerador y cada día lo leíamos Carlos y yo.
“y sucederá que cuando el Señor tu Dios te traiga a la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, una tierra con grandes y espléndidas ciudades que tú no edificaste, y casas llenas de toda buena cosa que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivos que tú no plantaste, y comas y te sacies; entonces ten cuidado, no sea que te olvides del Señor”
Deuteronomio 6:10-11
No entendíamos, las implicaciones teológicas de este pasaje, aún seguimos meditando y sorprendiéndonos cada día de la palabra de Dios. Pero hace poco, recordamos juntos y agradecimos a Dios, en medio de lágrimas…
Aquí donde vivimos ahora, tenemos un lago en el frente de la casa, no tenemos patio, pero esta vista es preciosa; sin embargo, la manera que esta ubicada nuestra casita, tiene un jardín hermoso, digamos “privado”, y la administración del lugar, se encarga de regarlo, de recoger la maleza, de matar la mala hierba, de limpiarlo. Nosotros, solo de admirarlo.
Carlos me mostró emocionado algo increíble, el otro día: ¡Mari!, me dice, “hay piñas en el jardín!”, no lo podía creer. Pero me acerque y al1lí están tres pequeñas piñas creciendo, siendo nutridas, muy saludables sin nosotros hacer nada.
Entonces recordamos el pasaje… “casas con cosas que no adquiriste”, aquí nos dejaron los previos dueños, este escritorio antiguo donde estoy escribiendo estas palabras, armarios, roperos… “frutos que no cosechaste” estas hermosas piñas…
Y pensamos y suspiramos en la majestad de Dios, su provisión, su enseñanza constante, aún en lo mas simple, como el crecimiento de unas piñas; entonces revisamos más profundamente el pasaje. Y esto es lo que dice antes del versículo 10…
“Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. y las atarás como una señal a tu mano, y serán por insignias entre tus ojos. y las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas”.
Deuteronomio 6:4-8
Y aún sin poder comprender claramente, esa clase de amor que El espera, seguimos repitiendo sus palabras, recordando sus promesas, desplegando a lo largo de la casa letreros con recordatorios de Su amor y majestad; para no perdernos en la serenidad del lago, o en la tranquilidad del silencio, o en la belleza de la naturaleza y olvidarnos, de quien es el autor de esta obra tan maravillosa; y nuestros hijos, ya jóvenes de 21 y 22 años, siguen agarrados de Dios, y no depende de nosotros, depende de su relación personal con El, quien los sustenta, los cuida, los limpia… sin nosotros hacer nada…
Mientras tanto, somos partícipes su obra, donde El es el director y nosotros, algunas veces solo como observadores, por su gracia y misericordia. Y el ayudador, el consolador, será quien nos recuerde el camino por el cual hemos caminado…
Carlos G. Valles, dice en su libro: Gustad y ved
“En esta tarea, que lleva una vida, todo pequeño avance es logro trascedente, y un breve paso trae el gozo del largo recorrido. Acercarse a Dios, y en el al secreto sagrado de su vida única de trinidad de persona, es la aventura mas feliz de la persona creyente en plenitud de fe”.
Este escrito forma parte del libro “Escenarios” por Carlos y Maribel Preciado