Días de lluvia

Maribel Preciado

Me encanta la lluvia. Cuando era niña y llovía, era mi mejor día; salíamos a bañarnos con el agua fría, era una gran diversión. En la casa de mi abuela Maty había un gran patio y mi primo, mi hermana y yo nos divertíamos mucho. Jugábamos al naufragio y nos escondíamos debajo de una antigua mesa que estaba en el patio, luego llenos de lodo queríamos entrar a la casa, los adultos no nos dejaban, así que seguía la diversión pues ponían la manguera, para bañarnos bien, y jugábamos mas tiempo.

 

Me pregunto: ¿que es lo que cambia cuando crecemos?

 

Escucho decir a muchas personas: “se arruino el día, esta todo gris, empezaron los truenos…” y hablan de la lluvia como algo negativo y sombrío. 

 

Entiendo que hay días difíciles, como hace unos días, que sentí una avalancha de noticias que afligieron mi corazón.

 

“Tengo depresión”, decía esta hija amada.  “No se si siga estudiando o me vaya muy lejos” terminaba diciendo del otro lado de la línea telefónica.

 

“Esta detenido” decía el mensaje de texto, “Le encontraron posesión de drogas, no tenemos mas noticias por ahora” así terminaban estas noticias de un hijo amado.

 

“Si, la niña la de doce años, amaneció sin vida”, decía un mensaje de voz, muy breve, luego: “llama a tu hermano por favor”. Terminaba diciendo.

 

¿Cual de estas noticias, alegraría tu corazón?: “Ninguna, obviamente…”

 

Y mientras caminaba con Carlos, mi esposo, pensando en cómo animar a una joven con muchísimo potencial a seguir adelante, a luchar, después de todas las cosas difíciles que ha pasado, después de regresar de un tiempo de alabanza a Dios, llega la siguiente noticia: “esta detenido”. Entonces ya no podía casi parar de pensar en este joven amado, en esa celda, esa noche, solo, frio, sin salida….

 

Cada noticia caía una sobre la otra como una torrente tormenta, y mi corazón se afligía. Mientras mi esposo decía: “Hay esperanza, hay maneras de luchar”.

 

La siguiente mañana, me levanté antes que mi esposo, y me senté sola, dispuesta a escuchar la voz de Dios, en medio de la tormenta, observaba a través de mi ventana una leve lluvia caer sobre el lago, y me sentía con paz. De repente la siguiente llamada: “La niña murió, si, tu sobrina”. Mis lagrimas corrían por mi rostro mientras mi esposo, me abrazaba. La lluvia aumentaba afuera, y mi corazón llovía por dentro.

 

Pensaba en esa madre, queriendo levantar a su hija…

 

El día anterior, mientras llovía, y después de un día de alabanza a Dios, cuando pensábamos ir directo a la casa y tratar de procesar todo lo que estaba pasando. Una pareja en medio de una crisis nos pidió ayuda.

 

Llegamos al lugar asignado, tomamos café, y después de un rato, nos anunciaron que debíamos salir, pues estaban cerrando ese lugar. Salimos y había afuera, una mesa con 4 sillas y una sombrilla. Allí seguimos la conversación, cobijados de una leve lluvia, luego el sol brillaba un poco. Mientras escuchábamos su dolor, conteniendo las lagrimas, empezó a llover, esta vez mas fuerte, al punto que se oscureció todo… seguíamos hablando, nos tuvimos que acercar el uno al otro para no mojarnos, la sombrilla nos cubría, lagrimas corrían por los rostros.

 

El agua purifica, las lagrimas son desahogo, la lluvia refresca… 

 

Hay cosas que no tienen solución que no tienen salida. Otras que cambian y dependen de las decisiones que el ser humano haga, en seguir o no la voluntad de Dios.

 

Un hombre en un jardín clama que se pueda pasar esa copa, hay lagrimas hasta de sangre… la respuesta, no es favorable, debe pasar por ese momento oscuro, seguirá la tormenta, seguirá ese camino. “No hay camino corto, es largo, es sufrido, estarás solo. Aun tus amigos mas cercamos te abandonaran. Habrá oscuridad. Lo tienes que pasar”.

El acepta, y abraza esa cruz, por un amor tan inexplicable, tan asombroso, que aun teólogos por siglos aun no lo logran redefinir.

 

Aquel que con sus palabras calmó la tempestad, no puede calmar su propia lluvia, sus lagrimas, su propia tormenta… debe pasar así, de esa manera. Con todas esas nubes, con ese viento, así mismo…

 

El decide ir, y va por ti. Va por ti, va por mi.

 

¿Y tu tormenta?, puedes si te detienes un poco, encontrar en esa lluvia lo mas secreto, lo mas oculto, lo mas maravilloso, y como niños darte cuenta quien esta allí…a tu lado. Y sonriendo puedes seguir.

 

 

Oseas 6:3

Conozcamos, pues, esforcémonos por conocer al Señor.
Su salida es tan cierta como la aurora,
y El vendrá a nosotros como la lluvia,
como la lluvia de primavera que riega la tierra.

 

 

 

Este escrito forma parte del libro “Escenarios” por Carlos y Maribel Preciado