Leonor Rojas Arellano  

Hace una semana regrese a mi hogar en Quintana Roo, tras haber aceptado una invitación de asistir a un curso de espiritualidad en la Ciudad de México hecha meses atrás por mis amigos Erin y James Henderson, no detallaré mucho sobre este punto, pero si debo reconocer a Erin y James por su inmensa lealtad y amor a Dios; escuché muchas veces durante más de 5 años el anhelo de ellos de poder iniciar un programa de formación espiritual en comunidad y finalmente este programa terminó hace 10 días con una Cohorte pionera en la que varios nos sumamos a esta amable invitación; así que en principio pensé que debería de estar allí para compartir el logro de mis amigos, pero no fue así; era Dios quien con su poder, actuaba en mi vida y de esta forma me daba la bienvenida a un proceso de transformación espiritual.

 

Así que, con la mejor intención de compartir mis aprendizajes, usaré este espacio para escribir lo que resonó en mi ese fin de semana; y refiero este texto como mis primeros pasos en este camino de transformación,  porque estoy segura de que serán los primeros pasos que he dado hacia un camino lleno de amor, alegría y esperanza.

 

Hay tres cosas que generan una transformación duradera, un profundo cambio que produce fruto y que conduce a algo maravilloso y profundo en la vida de todos; la primera es las Ideas,  aquí se centra no soló el conocimiento de la palabra de Dios, sino la comprensión, el entendimiento del real significado de su palabra; muchas interpretaciones bíblicas no son entendidas correctamente o son leídas superficialmente sin entender claramente su significado, pienso que este a sido mi caso, me he cuestionado tantas veces que quiso decir Jesús en este o aquel texto y sin embargo no fui más allá para discernir correctamente. El segundo aspecto es las Raíces, y esto se refiere justamente a que sí entiendes la palabra y sí hay alegría, pero es pasajera y no perdura; es través de ejercitar disciplinas espirituales cotidianas como estas raíces se fortalecen. Y finalmente el tercer aspecto se refiere a la Identidad social-renegociación, donde asumimos humildemente una posición de “estudiante de Dios” y donde  siempre estamos en continuo aprendizaje.

 

De esta forma Daniel Napier explicaba estos tres aspectos importantes en este proceso de transformación profunda, necesarios para sumarnos al proyecto de Dios, y entonces hizo una pregunta que yo tenía desde hacía mucho tiempo, ¿Qué es el Reino de Dios? yo misma no entendía el contexto de estas palabras, y la he escuchado un sin número de veces y sin embargo Dios no me dejó más tiempo con la duda y me la explicaría de la forma más amorosa y sencilla, tal cual como si fuese una niña de prescolar que empieza a leer y escribir, su palabra permeó en mi de la siguiente manera: El Reino de Dios no es un lugar, es un verbo; El Reino de Dios, es Dios trabajando y Dios esta tratando de mostrarnos un sin número de oportunidades para sumarnos a su acción; Dios esta actuando con Poder, donde poder no se refiere a la demostración implacable de su superioridad; por el contrario, se refiere a la capacidad de hacer algo para servir a los demás, porque sirviendo se es grande. De hecho, Dios nos invita a trabajar junto a él y cuando lo hacemos empezamos a ejercitar ese poder que hace que otros sean mejores; justo como ahora me siento yo, lo que estoy aprendiendo, conociendo, reflexionando me hace cada vez un poco mejor de lo que era ayer, es decir Dios ha estado pensando en mi siempre, pero era yo la que bajo mi obsesivo enfoque al éxito terrenal no estuve atenta a sus invitaciones.

Por ello cuando Daniel explicó la parábola de las 10 jóvenes de Mateo 25; por primera vez entendía lo que Jesús quería decir, estar atenta cuando Dios este trabajando porque él me invitará a sumarme a su trabajo; y dónde por supuesto habrá momentos  que mental o físicamente me sienta agotada o tenga poca energía, pero aquí será donde las prácticas espirituales (el segundo aspecto al que Daniel se refería como Raíces) harán la diferencia y me permitirán poner en práctica la sabiduría adquirida. Justo sobre las prácticas espirituales, fue a través de la Espiritualidad Ignaciana donde Nora Kviatkovsky nos compartió como San Ignacio de Loyola encontró 3 caminos que lo conducirían a esta fuerza espiritual: el camino hacia adentro, el camino hacia los otros y el camino hacia la realidad. Seguramente tendré oportunidad de escribir más adelante sobre la espiritualidad Ignaciana cuando la haya estudiado.

 

Saben una cosa, resonaron en mi tantas cosas, ahora entendía cómo Dios actuaba en mi vida y en la vida de los demás; recordé la primera vez en mi infancia cuando logré leer a mi corta edad un espectacular sobre la carretera, me emocionaba haber logrado ese descubrimiento e ir leyendo todo lo que me encontraba a mi paso y es justo como ahora me emociona entender lo que Dios a través de Jesús nos pide amorosamente, sumarnos a ser sembradores de amor y alegría y no perder las oportunidades que él nos mostrará.

 

Finalizaré compartiendo como el tercer aspecto sobre asumir nuestra identidad como estudiantes de Dios, tal cual lo hace un estudiante de medicina, que va a clases en el aula, pero también practica en hospitales gran parte de su preparación; así Jesús nos precisa, que, si sólo escucho y no practicó, perderé la revelación.  Esta apertura como estudiantes de Jesús me invita a pensar en mis relaciones actuales y cómo los demás pueden ver un recurso de Dios en mi, como puedo salir de mi propio amor e interés para buscar vínculos de amistad reales y profundos, donde pueda amar a todo lo que Dios a creado.

 

Siento profunda gratitud a Dios  y a todos a través de los cuales actúa cotidianamente para que seamos mejores, este primer retiro de la Cohorte pionera sin duda es un ejemplo más de cómo actúa Dios con poder.