Peter Scazzero

No se puede separar la salud emocional de la madurez espiritual. Es imposible ser espiritualmente maduro al mismo tiempo que se sigue siendo emocionalmente inmaduro.  Cuando ignoramos el componente emocional en nuestra vida, lo que hacemos es continuar externamente practicando las disciplinas, actividades y conductas cristianas, pero unos patrones de conducta profundamente enraizados en nuestro pasado nos siguen impidiendo llegar a una auténtica vida de madurez en Cristo.

 

Con frecuencia descuidamos lo que está sucediendo en nuestro interior y alrededor de nosotros (salud espiritual), y estamos demasiado ocupados para reducir la velocidad de nuestra vida a fin de estar con Dios (espiritualidad contemplativa). Como consecuencia, corremos el alto riesgo de quedarnos atascados en la condición de bebés espirituales, sin desarrollarnos hasta convertirnos en adultos espiritual y emocionalmente maduros en Cristo.

 

Uno de los miembros de nuestra iglesia, lo describía de la mejor forma posible: “Yo había sido cristiano durante veintidós años. ¡Sin embargo, en lugar de ser un cristiano de veintidós años, había sido un cristiano de un año de edad, pero veintidós veces! Todo lo que hacía era repetir las mismas cosas una y otra vez.”

Los diez síntomas principales de una espiritualidad emocional que no es sana.

 

1.     Usar a Dios para huir de Dios (Ejemplo: Por lo general, cuando oro es para pedirle a Dios que haga mi voluntad, y no para someterme a la de él.)

2.     Ignorar las emociones relacionadas con la ira, la tristeza y el temor (Ejemplo: Raras veces soy sincero conmigo mismo y/ o con los demás en cuanto a los sentimientos, las angustias y los sufrimientos que llevo por debajo de la superficie de mi vida.)

3.     Morir a las cosas a las que no debo morir (Ejemplo: Yo tengo tendencia a negarme los deseos y placeres que ha puesto Dios en mi vida, como las amistades, el gozo, la música, la belleza, la risa y la naturaleza. Al mismo tiempo, se me hace difícil morir a mis esfuerzos por protegerme y por defenderme, a mi falta de vulnerabilidad y a mi tendencia a criticar.)

4.     Negar el impacto causado por el pasado en el presente (Ejemplo: Raras veces tengo en cuenta la forma en que mi familia de origen, así como las personas y los sucesos significativos de mi pasado le han dado forma a mi presente.)

5.     Dividir la vida en un compartimento «secular» y otro «sagrado» (Ejemplo: Me es muy fácil situar a Dios en el compartimento de las «actividades cristianas», al mismo tiempo que me suelo olvidar de él cuando estoy trabajando, haciendo compras, estudiando o recreándome.)

6.     Trabajar para Dios en lugar de vivir con Dios (Ejemplo: Tengo tendencia a evaluar mi espiritualidad en base a lo mucho que estoy haciendo para Dios.)

7.     Espiritualizar los conflictos para desprenderme de ellos (Ejemplo: Por lo general, pierdo la paz verdadera cuando tapo los desacuerdos, sepulto las tensiones y evito los conflictos, en lugar de trastornar la paz falsa, como hacía Jesús.)

8.     Cubrir los quebrantamientos, las debilidades y los fracasos (Ejemplo: Me cuesta mucho trabajo hablar con libertad acerca de mis debilidades, mis fallos y mis errores.)

9.     Carecer de limitaciones en mi manera de vivir (Ejemplo: Los que están cerca de mí podrían decir que muchas veces yo «trato de hacerlo todo», o «muerdo más de lo que puedo masticar».)

10.  Juzgar el peregrinar espiritual de los demás (Ejemplo: Con frecuencia me encuentro pensando e incómodo con los fallos de las personas que me rodean.)

Las ideas vienen del libro “Espiritualidad Emocionalmente Sana” por Peter Scazzero.