Abel Pichardo
Hoy por la tarde estaba con mi esposa y mis hijos haciendo compras para la despensa de la casa. Mientras recorríamos los pasillos de la tienda, en la sección de ropa vi una playera con un estampado que me llamo la atención y decía así: “There is always a second chance and it is called tomorrow” (Siempre hay una segunda oportunidad y se llama mañana).
Cuando comenzamos un proceso de formación espiritual, poniendo en práctica diversos ejercicios o disciplinas espirituales de la vida cotidiana que nos permiten forjar en nuestros corazones un carácter más alineado y orientado con el carácter de Dios, es fácil caer en distintas tentaciones y perder el foco. Pero específicamente quiero hablar de una que en mi propia experiencia me siento tentado frecuentemente a caer. Es la culpa y el auto juicio de no estar a la altura de mis propios estándares y expectativas. Pocas cosas son tan agobiantes como el juicio propio y la auto crítica.
En el mundo de hoy, es común haber sido instruidos y moldeados a obedecer la tendencia constante de aprobar o desaprobar lo que hacemos y hacen otros. Nuestra tendencia a medir, a probar, a comprobar, a examinar, a demostrar, etc. Nos ha robado el gozo y la libertad de aceptar ser quienes somos, y también quienes no somos, con nuestros alcances pero también nuestros límites, lo que podemos y lo que no podemos. Pero en la vida del reino, esto no existe. Nuestra dignidad está intacta ante los ojos de quien nos dio la vida y por difícil que sea concebir, no hay nada que podamos hacer para que su amor y aceptación por nosotros cambien, ni tan solo un milímetro.
Reflexionando sobre la frase en aquella playera. Me recuerda la verdad de que, aun cuando soy un proyecto en construcción en manos de Dios, hoy soy suficiente y Dios ya se complace completamente en mi, y aun cuando en mi propios juicios estoy reprobado, siempre habrá una segunda oportunidad y no importa cuántas veces la necesite, siempre estará disponible. Cada día, siempre, es un buen día para empezar.