Carlos Preciado 

“Después Jesús gritó: «Padre, ¡encomiendo mi espíritu en tus manos!». Y con esas palabras dio su último suspiro.”

Lucas 23:46 

María de los Ángeles, es madre soltera de una zona de Michoacán en México dónde hay muchos plantíos de mariguana.  La conocimos un diciembre hace 7 años, después de recibir una llamada de Carolina que nos pedía que la visitáramos.  María tiene cuatro hijos y el esposo la acababa de dejar por otra mujer.  Era la época de diciembre, y la iglesia había comprado regalitos para los niños.  El Señor había seguramente pensado en los hijos de María, pues nos habían sobrado cuatro juguetes. Que les pudimos dar.

 

Nos vimos con ella por primera vez, afuera de la peluquería donde había ido a cortarle el pelo a sus hijos.  Al verla, no pude evitar que mis ojos se llenaran de lagrimas, recordando a mi propia madre, que cuido de nosotros tres cuando mi papa se fue.  Inmediatamente, María se incorporo con los hermanos de la congregación, asistiendo a todos los estudios y actividades que teníamos, y adorando junto con nosotros los domingos. 

 

Ese año, cinco meses después de conocerla, Jesús le toco el corazón y ella se entregó a El, pidiendo ser bautizada como Jesús lo manda.  María no es de dinero, ni tiene mucha educación escolar.  Ella no se sabe muy bien los libros de la Biblia o las epístolas del Nuevo Testamento.  Pero María esta segura de quién la rescato y a quien él ha entregado su vida.  En diferentes ocasiones se ha visto al borde de quedar sin casa, pero el Señor nunca lo ha permitido.  

 

En una ocasión, llamó para decirme que necesitaba desocupar el apartamento de un cuarto a donde vivía con sus hijos, y no tenia a donde ir.  Fui por ella a buscar un lugar, pero no pudimos encontrar nada que admitiera a cinco personas, en uno solo cuarto.  Lo ultimo que le dije, fue que se metiera a su cuarto con sus hijos y clamara a su Padre, quien la había rescatado; seguramente El tenía un lugar preparado para ella.  Esa tarde me llamó llorando, cuando le conteste me dijo: “hermano Carlos, mi Padre no me dejo en la calle.  Una señora me llamó diciendo que se había enterado de mi situación y que podía rentar su apartamento sin darle depósito y con todos mis hijos.” 

 

Ella con sus palabras y a su manera, habla de lo que el Señor ha hecho en su vida.  Les cuenta a todas sus amigas, acerca de las buenas noticias del Salvador.  Leticia, ha sido una de muchas que se han beneficiado por la palabra que María de Los Ángeles les ha compartido.  Leticia también ha sido un gran instrumento del Señor trayendo muchos a Jesús.

 

Ayer María nos llamó diciéndonos que Tata, una amiga de ella que ha visitado la congregación quería entregarse a Jesús.  Había estado compartiendo con ella, por un tiempo y el Señor le había tocado su corazón.  Fuimos por María y su amiga, que acababa de cumplir 82 años.  Después de hablar con ella unos minutos ella nos dijo “Vamos que el Señor me está llamando”.  Nos dispusimos entonces, a llevarla a la piscina de la comunidad donde vive otra de las hermanitas de la Iglesia llamada Nubia.  La hermana Nubia, le dio una bata para que se cambiara y en camino a la piscina ella iba cantando una canción que decía “quien estará tocando a mi puerta, e interrumpiendo mi sueño a esta hora, corrí a ver porque Jesús siempre llega a tiempo, cuando mas lo necesitaba yo, no temas me dijeron yo vengo a aliviar tus dolores; me llamo Jesús de Nazaret”.

 

Antes de ser bautizada, le pregunte que si ella creía en ese Jesús del cual estaba cantando, a lo cual ella respondió con gozo que si.  Y añadió, que hace mucho que ella debió entregarse a El, pero que también entendía, que era el tiempo de Dios.  A ella le dicen Tata, es madre soltera que tuvo que trabajar toda su vida para educar a ocho hijos.  Ella no sabe leer ni escribir, pero como María sabe quien la rescató, sabe quien la amo lo suficiente, para un día obscuro clavado en una cruz decir “Consumado es”, “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”.  Y al hacerlo dar esperanza a María de Los Ángeles y su amiga de 82 años Altagracia que todos conocen como Tata.

 

El amor, la misericordia y la “alta gracia” de Dios se demuestra en esa cruz, que aunque fue símbolo de tortura ahora después del sacrificio de Jesús es una “t” que partió el tiempo en dos.  Antes de Cristo y después de Cristo y al hacerlo en el tiempo de Dios, los que en algún tiempo fueron abandonados; ahora gozan de una esperanza en la casa de Dios.