Por Daniel Nin

Estoy bien en Dios. Se que solo Él puede permitir que, en medio de esta situación, me sienta gozosa.

No es solo el dolor, que ya de por sí es tremendo. ¡Nunca en mi vida había sentido un dolor así! Es como si te estuvieran rompiendo viva, te falta el aire, y la mente se dispara… literalmente me retuerzo del dolor. Pero no es esto lo peor: es que tu vida cambió de un día para otro. Dejé de ser la persona vitalista, independiente, autónoma, organizada, para convertirme en una persona vulnerable (porque cada momento depende de si tengo dolor o no, de si respiro bien o no), una persona dependiente para cosas tan tontas como agacharse a recoger un papel del suelo, abrir una gaveta bajita… ya no puedo tomar decisiones y simplemente hacer, ir , moverme, porque ni siquiera puedo manejar. Me he convertido en una persona que necesita ser monitoreada porque la morfina hace que, teniendo la pastilla en mi mano, se me olvide tomarla. ¡Que no recuerde cosas básicas para hacer… a veces necesito a alguien cerca de mi para ducharme sin miedo a caerme!…

Si le sumas los cambios físicos: la quimioterapia acaba la piel, el pelo…. trastorna las uñas… ¡De repente, el mundo cambió de color!  Por eso los médicos se quedan viéndome y me preguntan si no estoy deprimida. ¡Glorifico a Dios cada vez que les respondo un NO, con una sonrisa!  Sin embargo, en medio de esto, Dios me ha regalado tantas cosas: Él me cuida en TODO. Algo tan sencillo como olvidar completamente donde puse el último pote de las pastillas de la quimioterapia, y orar para que Dios me diga dónde está, y abrir una puerta y literalmente “me pongan” la funda en la mano. ¡Dios se manifiesta en todas y cada una de las cosas de mi vida!

¡Dios me ha regalado poder ver el mundo de otro color… más hermoso! ¡Mejor que antes! Cada mañana por años siempre daba gracias a Dios antes de salir de mi cama; ahora las doy con “G”, ¡en mayúscula!  Siempre creía que era una bendición partir con Cristo, pero cuando tienes un examen práctico y ves coquetear la muerte, cuando sientes que está detrás de la puerta, esa creencia adquiere otra dimensión, y entonces SIENTES que Dios SI estará conmigo, viva, o muerta, y eso da una paz, tranquilidad y aporta alegría en medio del dolor. ¡Soy privilegiada! Me siento amada por Dios, cuidada por Él, no en teoría, sino en práctica. ¡Nunca dudé de sus cuidados y favores! ¡Jamás! He vivido y me he movido en fe…pero la dimensión de esta vivencia sobrepasa todo lo vivido anteriormente. No hay palabras para poder explicarla.

¡Seguir con gozo en medio de esta tormenta, es un milagro! Creo que Dios está obrando en mí. ¡No tengo dudas! Además, no me tomo la quimio sin poner esa pastilla ante Su trono, ¡para que Él la bendiga! ¡Se que, en el nombre de Jesús, pasaré este examen!!! ¡Con el favor y la misericordia gigantesca de Dios! ¡¡Sacaré 100, con Su favor!! Espero ese milagro (¡ya hay milagros, mira todo esto que comparto contigo!). Espero vivir muchos años más… Pero si Dios tiene otros planes para mí, y me busca pronto, ¡glorifico Su nombre santo por siempre! Será porque es lo mejor. Siento que camino entre esa multitud, y me abro paso entre los empujones, los codazos. Pero cierro los ojos, y veo el blanco y luminoso manto de Jesús cerquita de mi…. lo voy a tocar, y en fe, seré sanada! ¡¡¡¡En el nombre poderoso de Jesús!!!!