Este desafío es comprometerse en prácticas de humildad. Específicamente, lea la siguiente lista de principios para la humildad adaptada de los escritos de Jeremy Taylor (1613-1667). Seleccione tres de los principios para poner en práctica esta semana:
- No pienses mejor de ti mismo por cualquier circunstancia externa que te suceda.
- La humildad no consiste en criticarse a uno mismo, ni en vestir andrajosos, ni en andar sumiso donde quiera que vaya. La humildad consiste en una opinión realista de ti mismo, es decir, que eres una persona indigna.
- Cuando tengas esta opinión de ti mismo, conténtate con que los demás piensen lo mismo de ti.
- Cultivar un amor para hacer cosas buenas en secreto, oculto a los ojos de los demás, y por lo tanto no muy estimado por ellos.
- Nunca te avergüences de tu nacimiento, de tus padres, de tu ocupación o de tu empleo actual, o de la condición humilde de cualquiera de ellos.
- Nunca diga nada, directa o indirectamente, que provoque elogios o elogios de los demás.
- Cuando recibas elogios por algo que has hecho, tómalo con indiferencia y devuélvelo a Dios.
- Hazte un buen nombre siendo una persona de virtud y humildad.
- No te enorgullezcas de ningún elogio que te hagan. Regocíjate en Dios que da dones que otros pueden ver en ti, pero que esté mezclado con santo respeto, para que este bien no se convierta en mal.
- Como en la sexta regla, no preguntes a otros tus faltas con la intención o el propósito de que otros te hablen de tus buenas cualidades.
- Cuando seas menospreciado por alguien, o te sientas menospreciado, no abrigues ningún enojo secreto, suponiendo que realmente mereces elogios y que ellos pasaron por alto tu valor, o que se olvidaron de elogiarte por su propia envidia.
- No entretenga ninguno de los susurros de orgullo del diablo, como el de Nabucodonosor: “¿No es esta la gran Babilonia, que yo edifiqué para la honra de mi nombre, y la fuerza de mi majestad, y el poder de mi reino? ?”
- Toma parte activa en la alabanza de los demás, entreteniendo su bien con deleite.
- Siéntete satisfecho cuando veas o escuches que a otros les está yendo bien en sus trabajos y con sus ingresos, incluso cuando tú no lo estés. De la misma manera, alégrate cuando se apruebe el trabajo de otra persona y se rechace el tuyo.
- Nunca te compares con los demás a menos que sea para mejorar tu impresión de ellos y rebajar tu impresión de ti mismo.
- No trate constantemente de excusar todos sus errores.
- Da gracias a Dios por cada debilidad, falta e imperfección que tengas. Acéptalo como un favor de Dios, un instrumento para resistir el orgullo y alimentar la humildad.
- No expongas las debilidades de los demás para que se sientan menos capaces que tú.
- Recuerda que lo más importante para Dios es que nos sometamos nosotros mismos y todo lo que tenemos a él.
Adaptado de “La gracia de la humildad” en Devotional Classics (revisado y ampliado) por Richard Foster y James Bryan Smith. 2005. páginas 244-248.